¿Por qué nosotros no? Acción Ciudadana por la Salud y el cambio de la Ley Española de Tabaco

LOS MITOS DEL TABACO: "Fumar es una libre opción de adultos informados”

16/03/2010 R. CÓRDOBA y E. SAMITIER

Las leyes de salud pública tienen que ser discriminatorias por norma, de lo contrario, carecerían de sentido y poder protector

El núcleo del argumento que muchos utilizan para criticar y oponerse a las regulaciones del consumo de tabaco en lugares públicos se resume en una palabra clave: libertad. Visto lo poco que tiene que ver la libertad con fumar, cabe preguntarse a qué clase de libertad se refieren los que se oponen a regular el consumo de tabaco. ¿A la libertad de las empresas tabacaleras para inducir a niños y niñas a comenzar a fumar a través de la publicidad? ¿A la libertad de obligar a los trabajadores a respirar humo irritante y cancerígeno en su lugar de trabajo? El tabaco y la libertad son como el aceite y el huevo: no se pueden mezclar fácilmente. No obstante con una manipulación sistemática se puede conseguir una buena “mayonesa”.

La adicción al cigarrillo anula casi por completo la soberanía del consumidor. No hay libre albedrío en la conducta de fumar. “Tabaco es igual a esclavitud”, sentencia Judith Mackay, asesora principal de Naciones Unidas en la lucha contra el tabaco, recién elegida por la revista Time como una de las cien personas más influyentes del mundo. Evitar que se presione a menores con anuncios de tabaco no es algo contrario a la libertad, sino una acción liberadora. No se puede ser libre si la información de la que se dispone es engañosa. Las normativas tratan de evitar que los menores pierdan esa auténtica libertad de elección. No se coarta la libertad del fumador adulto sino que se salvaguardan los derechos de los demás.

(…)

Mercedes Milá lo explica gráficamente: “La industria tabaquera ha empleado miles de millones en estudiar el mercado y su influencia ha llegado a todos los rincones de la sociedad. Hasta que equilibremos esa balanza, no tenemos mucho que hacer. Ellos no han tenido pudor en asociar los términos más sugerentes, como libertad o independencia con el hecho de fumar”.

Pero volvamos a la libertad y a sus límites. Siempre ha habido restricciones a la libertad para fomentar la seguridad. Los aspectos esenciales de la libertad no tienen nada que ver con la conducta de fumar. Nadie debería cruzar una autopista a pie, por lo que prohibirlo no coarta la libertad sino que genera seguridad. (…) El Estado social implica un cierto paternalismo, un paternalismo débil, si se puede considerar la enseñanza obligatoria de las matemáticas una forma de intervencionismo. ¿Son las vacunas infantiles una intromisión en la vida de los demás? ¿Lo es también la obligación de usar el cinturón de seguridad? Lo importante para salvaguardar la independencia y la libertad de la persona es que disponga de las herramientas para ser autónoma y pueda tomar decisiones informadas y conscientes. Y eso no se alcanza dejándolo todo, incluso las relaciones sociales, a las despiadadas reglas del mercado. Es falso y malintencionado afirmar que se tiende a hacer extensivas a los adultos las normas de protección a los menores. Evitar que los menores consuman alcohol no condiciona que los adultos puedan tomar vino con las comidas.

En el caso de la publicidad, es difícil pensar en campañas que sólo lleguen a los adultos. (…) El único objetivo real de la publicidad de tabaco, que sigue haciéndose por vías no reguladas, es reclutar menores de edad para sustituir a los fumadores adultos que lo han dejado o han fallecido por culpa de su consumo. ¿Por qué casi nadie empieza a fumar después de los 18 años? ¿Por qué dos de cada tres fumadores desean dejar de consumir tabaco? ¿Por qué la mitad de los fumadores que sobreviven a un infarto no puede dejar de fumar? Realmente los médicos que les atendemos no conocemos entre los fumadores muchos adictos felices. Y es que el problema no es la obsesión reguladora de los gobiernos democráticos, sino la resistencia encarnizada a las regulaciones de un sector que funda sus beneficios económicos en promocionar sin limitaciones un producto adictivo y nocivo. Sin valores ni regulación, el mercado puede ser la jungla. Como explica Armando Peruga, experto de la OMS, la lucha contra el tabaquismo no es de derechas ni izquierdas, es transversal ideológicamente. Puesto que es una amenaza global para la libertad y la salud pública tanto de los que fuman como de los que no lo hacen, Gobiernos de todo signo toman medidas, tanto en Europa como en el resto del mundo.

La base es simple: los fumadores no tienen derecho a dañar a otros con su humo. Como dice el refrán, “tu derecho a mover los puños termina donde empiezan mis narices”. Los ambientes libres de humo no violan el derecho a fumar: protegen el derecho de los no fumadores a respirar aire no contaminado. El derecho a la salud tiene un rango superior al derecho a ejercer sin cortapisas una conducta que perjudica a terceros. Las leyes de salud pública son discriminatorias. Si no lo son, carecen de sentido y poder protector. No hay forma efectiva de mantener el derecho a fumar en espacios públicos y proteger simultáneamente el derecho a respirar aire no contaminado por humo de tabaco. El semáforo no puede estar en verde para todo el mundo a la vez.

“Protesto mucho ante los humos ajenos, soy beligerante. Creo que se pisotean los derechos del no fumador con una alegría acojonante. Somos un poco gilipollas. No sé cómo alguien puede argumentar que está bien que se fume en lugares donde se come o se manipulan alimentos, o donde hay gente trabajando, o niños… Es absurdo que se intente defender lo indefendible”, mantiene Santiago Segura.

Pero la apropiación del argumento de la libertad casi en exclusiva por parte de los sectores económicos, y de un modo tan eficaz, no ha sido algo espontáneo. En 1998, durante un proceso en su contra, las tabacaleras se vieron obligadas a desclasificar miles de documentos internos, en los que se descubre la posición estratégica de las multinacionales, que ha sido difundir el mensaje de la libertad como una forma de detener las legislaciones restrictivas.

Durante años, la industria tabaquera subvencionó o creó asociaciones de fumadores, presionó a medios de comunicación y trató de manipular las pruebas científicas sobre los perjuicios del tabaco. También en España, gracias a un ambicioso plan de “aceptabilidad social” y la creación de esas asociaciones “independientes”, la industria consiguió retrasar durante años las restricciones y seguir manteniendo la dictadura del tabaco. Ello explica una ventaja que cada vez, por fortuna, acortan más los defensores de la salud pública.

Dr. CÓRDOBA, R. y SAMITIER, E., "50 Mitos del tabaco", Departamento de Salud y Consumo Gobierno de Aragón: 2009, pp. 25-27

Descargar libro (PDF): http://porquenosotrosno.org/web/documentacion/Libro_50_Mitos_Tabaco.pdf

 

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